Hace mucho tiempo, cerca de un pueblo llamado Buttery Glen, vivía un dragón. Era del color de la medianoche. Era enorme y estaba cubierto de escamas puntiagudas y afiladas. El fuego que respiraba podía iluminar el cielo nocturno.

Vivía en un nido muy por encima de la aldea en un árbol viejo y muerto.

Todos en Buttery Glen le tenían miedo al dragón ... todos menos una niña precoz.

Un día, el dragón había bajado de su nido y estaba escondido en los campos de maíz.

Todos corrieron para escapar del dragón. Todos excepto Merce.

Armada con su espada, casco y escudo hechos en casa, Merce corrió por la aldea desierta hacia el campo de maíz.

Cuando vio al dragón, Merce se coló detrás de él.

"¡Perdóneme!" Merce gritó. El dragón rugió. Bajó la cabeza a su nivel. Merce sintió el aliento caliente del dragón en su rostro.

"Soy Merce", dijo. "He venido a decirte que te vayas. Estás asustando a todo el mundo ".

La respiración del dragón se aceleró. ¡Suspiro! ¡Suspiro! ¡Suspiro! ¡Parecía que el fuego del dragón estaba a punto de estallar! Merce se preparó. Pero en lugar de que el fuego saliera de su boca, las lágrimas comenzaron a correr por el hocico del dragón.

"Estoy tan solo. No le agrado a nadie ”, dijo el dragón.

¿Por qué le agradarías a alguien? Merce respondió. "Quemaste el castillo".

"No quemé el castillo", dijo el dragón. “Fue alcanzado por un rayo. Nunca haria eso."

"Wow", dijo Merce. “Parece que fueras víctima de una campaña de difamación. Tenemos que arreglar esto. ¿En qué eres bueno?"

"Respirando fuego", respondió el dragón.

"Bueno, veamos", ordenó Merce.