En un rincón del mundo, oculto entre montañas y ríos resplandecientes, se encontraba el misterioso bosque encantado de Luminaria. Sus árboles ancestrales susurraban secretos olvidados, y sus flores emitían destellos como estrellas en la noche. Pocas eran las almas privilegiadas que conocían su existencia, y aún menos las que tenían el honor de adentrarse en sus tierras llenas de magia.

Fue en una noche de mayo, bajo un cielo estrellado iluminado por la luna llena, cuando algo extraordinario aconteció en Luminaria. En el corazón del bosque nació una niña especial, la pequeña princesa Carla. Desde el momento de su llegada al mundo, la magia parecía danzar en el aire, y los habitantes del bosque se acercaron curiosos a presenciar su llegada. Las hojas susurraban su nombre con veneración, como si hubieran estado esperando su llegada desde tiempos inmemoriales.

Carla no era una niña común y corriente. El bosque la recibió con los brazos abiertos, las flores inclinaban sus pétalos a su paso y las mariposas jugueteaban a su alrededor. Pero lo más asombroso de todo era un venerable árbol milenario, el guardián silencioso del bosque, que había permanecido en silencio durante siglos. Al nacer Carla, el árbol se estremeció y dejó caer un colgante brillante entre sus ramas. Los sabios del reino declararon que ese colgante poseía la llave hacia el verdadero poder de Luminaria.