Hace mucho tiempo, en una pradera muy lejana, vivía un campesino bueno, humilde y pobre en una pequeña granja, con la única compañia de tres vacas, tres gallinas y tres ovejas. Ya le habría gustado poder permitise un caballo para viajar, pero ten´ía que conformarse con ir a pié.

Un día, mientras paseaba por el bosque buscando leña, se encontró con un enorme y terrible dragón, muy temido en aquellas tierras.

-Buenos días campesino, tal es tu belleza como la más bella rosa de este reino, ¿quieres se amigo? pues todo el mundo huye cuando se cruza en mi camino.

El campesino, sorprendido, no dudó en correr en dirección contraria hasta resguardarse en su casa.

Al día siguiente, cuando el campesino se despertó, se encontró de nuevo con el dragón, quien nuevamente le halagó a más no poder para ganarse su confianza.

Esto fué repitiéndose día tras día y poco a poco el campesino y el dragón fueron haciéndose amigos.

Un día, cuando el campesino tenía que ir al pueblo a cambiar leche, queso, huevos y lana por demás víveres en la carniceria, pescaderia y panaderia del mercado, el dragón se ofreció a quedarse a cargo de sus animales.

-Ooh mi buen amigo campesino, ve tranquilo al pueblo que yo me quedo cuidando de tus animales. - Dijo el dragón.

-Está bien amigo dragón, nos vemos a mi regreso. ´-Le contestó el campesino.

Así, el campesino se dirigió al pueblo, dejando al dragón a cargo de todos sus bienes.

Cuando el campesino regresó a su granja no podía creer lo que veían sus ojos, toda la granja estaba ardiendo y no había rastro del dragón ni de sus animales.

En ese momento se dió cuenta del engaño del mentiroso dragón, todas las alabanzas que había recibido de él no eran más que una farsa.

El campesino era un ingénuo por haber creído al dragón, tal era su desgracia, que murió de una trágica parada de corazón.

Mientras tanto, el dragón acaba de escribir el cuento que acabáis de leer.