
DEDICADO A MI PROFESORA: MISS GABRIELA VERA Y A TODOS MIS COMPAÑEROS DEL SALÓN

En mi barrio había una casa embrujada. Estaba sola y deshabitada en medio del parque zonal Capac Yupanqui. Pero aun así, cuando pasábamos de noche junto a ella, creíamos escuchar voces, ruidos de platos y cubiertos, e incluso, alguna vez, los acordes de una orquesta tocando viejas canciones criollas.
La casa también era tan vieja como esas canciones, tanto que las tejas del techo se caían, y algunas de sus ventanas estaban rotas. En apariencia, nadie podía vivir ahí. Y sin embargo, desde mi ventana en un tercer piso, a veces veíamos luces encendidas en su interior, como si alguien la ocupase, alguien que nunca se dejaba ver en el exterior.
Eomma decía que eso era una tontería. Y explicaba:
-Muchas casas del parque están vacías porque están en venta. Mientras esperan que alguien las compre, las vigila un guachimán por las noches. No tiene nada de raro que tenga la luz encendida.
-¿Y los ruidos de la gente?-preguntaba yo-. ¿Y las fiestas?
-Seguro que ese guachimán aprovecha para invitar a sus amigotes. Pero eso no
significa que los invitados estén muertos. Al contrario: son muy vivos.
-¿Y por qué nunca vemos a nadie entrar ni salir?
-Ya te lo dije. Porque son muy vivos. No quieren llamar la atención de los vecinos. O quizá se quedan a dormir en la casa y se van temprano, cuando estás en el colegio.
-O quizá son vampiros, y duermen de día para salir de noche a chupar la sangre de los vecinos-intervenía mi hyung Tum, y eso me daba mucho miedo.
Mi hyung era, por decirlo suavemente, un tarado. Tenía tres años más que yo y, desde pequeños, disfrutaba torturándome con todo tipo de bromas pesadas.
En una ocasión, durante un almuerzo familiar, mi hyung salió con que yo estaba enamorado de la vecina del 7-C, que por cierto, era más fea que una enfermedad hepática.Para demostrarlo, Tum sacó una supuesta carta de amor firmada por la vecina,con un beso de carmín estampado en el sobre. Él mismo había escrito la carta y estampado el beso, porque se trabajaba mucho sus fantasías. Y eomma le creyó. Lo obligó a dejarme en paz, pero desde entonces, trató con mucho cariño a la vecina, y la
invitó varias veces a casa, pensando que yo de verdad estaba enamorado de ella.
Con la casa embrujada ocurrió algo similar. En realidad, yo nunca había pensado en esa casa, ni nadie había hablado de ella. Simplemente era una casa vieja y abandonada, como muchas otras del Capac Yupanqui. Hasta que Tum hizo una escena, una gran escena, y todo cambió.
Eso ocurrió una noche, cuando volvíamos de jugar en casa de unos vecinos, al otro lado del parque. Tum, que era un redomado picón, estaba muy enfadado porque yo le había ganado en básquet uno contra uno. Dijo que yo había hecho trampa, lo cual era imposible. Dijo que él me había dejado ganar porque era buena gente, lo cual era más imposible aún. Yo ni siquiera me tomé la molestia de responderle. Me daba igual. Y así, con él diciendo disparates y yo ignorándolo, anduvimos quinientos metros a traves del parque. Súbitamente, a pocos metros de casa, cuando pasábamos al lado de la enorme casa abandonada, Tum dijo:
-¿Has escuchado?
-¿Qué?
-Esos ruidos
-¿Qué ruidos?
-Hay alguien en la casa abandonada
De repente, se había quedado muy quieto. Tragaba saliva y parecía asustado. Yo miré la casa. En la oscuridad, parecía más grande que nunca, como un gigantesco agujero negro que se hubiese tragado las estrellas. La casa más oscura del universo.
-Ja, ja. Que gracioso-dije yo, aunque no me parecía nada gracioso.
De todos modos, él no se estaba riendo.
-Son gritos-continuó-. ¿No los oyes? Como si estuvieran atacando a alguien.
-Ya conozco tus trucos, Tum. Y no voy a asustarme. Vámonos a casa. A nuestra casa.
Tum no se movió. Permaneció mirando la vieja casona, con los ojos muy abiertos y el rostro pálido.
-Ahí están de nuevo-dijo-. ¡Escucha!
Yo no escuché nada. Tan solo veía los bichos acumulándose alrededor de la luz del único poste en esa parte del parque.
-Tum, tú haz lo que quieras. Yo me voy.
-Ahora suenan más fuerte-dijo Tum.
Era como si estuviese en trance, como si no me escuchase. Pero yo sabía que sí me escuchaba, y que este era uno más de sus engaños
-Tum...
-Ya los escucho con más claridad. Un hombre está persiguiendo a una mujer. El la insulta. Ella grita "auxilio", "socorro"...Él se ríe. Le advierte a su víctima que no podrá escapar. Ella abre las puertas corriendo. Él no tiene prisa. Camina tras él a paso lento, pero seguro. Ahora, él sale al jardín. ¡Viene para acá!
-¡Tum!
-Se está abalanzando sobre la puerta. ¡Sobre esta puerta! La está golpeando, con desesperación, pero no consigue abrirla...
La puerta que señalaba Tum era un portón de madera que no se movía, ni tenía aspecto de haberse movido en siglos. Me pareció verla vibrar, pero sin duda era una ilusión óptica causada por los insectos alrededor del foco. Tum ahora gritaba:
-¡Quiere salir! Pero no puede. Él está cada vez más cerca. ¡Cuidado! ¡Ya casi llega! ¡Él está levantando el brazo! ¡¡¡Nooooo!!!
Tum gritó más fuerte que nunca. Más fuerte de lo que yo había oído gritar a nadie. En mi edificio se encendieron muchas luces, y numerosos vecinos, incluso la fea del 7-B, se asomaron a sus ventanas. Mi eomma también salió, y gritó el nombre de mi hyung. Pero Tum ni siquiera respondió. Continuó su largo grito de terror y, al terminar, cayó desmayado en mis brazos.
A partir de esa noche, la casa embrujada se convirtió en un tema recurrente. Tum hablaba de ella todo el tiempo. Quería entrar, aunque hiciese falta romper los cerrojos. Fué entonces cuando eomma comenzó a decir lo del guachiman, y a dar explicaciones racionales sobre los supuestos espíritus de la casa. Pero a mi no me hacían falta esas
explicaciones. Yo seguía pensando que todo era una gran impostura a cargo de ese gran actor que era mi hyung.
Yo tenía la desgracia de dormir junto a Tum, en un cuarto con vista al parque.
Y, a veces, a medianoche, me despertaba y lo encontraba de pie junto al marco de la ventana, mirando hacia el exterior. Por lo general, me daba vuelta y me volvía a dormir. Pero una noche, al abrir los ojos, descubrí que estaba temblando.
-¿Estás bien, Tum?
Él no respondió. Yo me levanté y fuí hacia él. La luna llena estaba tan clara que bañaba de luz la casa abandonada. Y en una de sus ventanas se percibía el brillo tembloroso de un neón medio estropeado, como los de las cocinas antiguas.
-¿Ves que hay alguien?- murmuró mi hyung.
-¿Y qué? Que haya alguien no la convierte en una casa embrujada.
-¿Y qué me dices del ruido?
Agucé el oído. Con muchos esfuerzos, llegé a escuchar el eco de una música lejana.
Pero nada me garantizaba que proviniese de esa casa.
De noche los sonidos se amplificaban, y es fácil confundir cualquier fiesta del barrio con un gruñido de ultratumba.
-No sé, Tum. En general, no te creo. Y, además, ahí no tiene por qué ocurrir nada malo.
-Eres como todos los demás-me dijo, pero no sonaba enojado, apenas constataba un hecho-.Si appa estuviera aquí, el me creería, y entraría a esa casa a ver que ocurre. Él no era un cobarde como tú.
Hoy puedo decir que appa si era un cobarde, no porque le dieran miedo las casas hechizadas, sino porque le dábamos miedo nosotros, su familia. Porque se largó sin decir a dónde, y se convirtió en un fantasma que aparecía solo en fotos polvorientas y conversaciones interrumpidas. Hoy creo que son los fantasmas como él los que tienen miedo.. Pero entonces no podía saber todo eso, y deseé creerle a Tum, y deseé ser como el padre que echábamos de menos, ese hombre valiente que desafiaba peligros para protegernos, y que resultó ser menos real que un duende o un hada.
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En mi barrio había una casa embrujada. Estaba sola y deshabitada en medio del parque zonal Capac Yupanqui. Pero aun así, cuando pasábamos de noche junto a ella, creíamos escuchar voces, ruidos de platos y cubiertos, e incluso, alguna vez, los acordes de una orquesta tocando viejas canciones criollas.
La casa también era tan vieja como esas canciones, tanto que las tejas del techo se caían, y algunas de sus ventanas estaban rotas. En apariencia, nadie podía vivir ahí. Y sin embargo, desde mi ventana en un tercer piso, a veces veíamos luces encendidas en su interior, como si alguien la ocupase, alguien que nunca se dejaba ver en el exterior.
Eomma decía que eso era una tontería. Y explicaba:
-Muchas casas del parque están vacías porque están en venta. Mientras esperan que alguien las compre, las vigila un guachimán por las noches. No tiene nada de raro que tenga la luz encendida.
-¿Y los ruidos de la gente?-preguntaba yo-. ¿Y las fiestas?
-Seguro que ese guachimán aprovecha para invitar a sus amigotes. Pero eso no
significa que los invitados estén muertos. Al contrario: son muy vivos.
-¿Y por qué nunca vemos a nadie entrar ni salir?
-Ya te lo dije. Porque son muy vivos. No quieren llamar la atención de los vecinos. O quizá se quedan a dormir en la casa y se van temprano, cuando estás en el colegio.
-O quizá son vampiros, y duermen de día para salir de noche a chupar la sangre de los vecinos-intervenía mi hyung Tum, y eso me daba mucho miedo.
Mi hyung era, por decirlo suavemente, un tarado. Tenía tres años más que yo y, desde pequeños, disfrutaba torturándome con todo tipo de bromas pesadas.
En una ocasión, durante un almuerzo familiar, mi hyung salió con que yo estaba enamorado de la vecina del 7-C, que por cierto, era más fea que una enfermedad hepática.Para demostrarlo, Tum sacó una supuesta carta de amor firmada por la vecina,con un beso de carmín estampado en el sobre. Él mismo había escrito la carta y estampado el beso, porque se trabajaba mucho sus fantasías. Y eomma le creyó. Lo obligó a dejarme en paz, pero desde entonces, trató con mucho cariño a la vecina, y la
invitó varias veces a casa, pensando que yo de verdad estaba enamorado de ella.
Con la casa embrujada ocurrió algo similar. En realidad, yo nunca había pensado en esa casa, ni nadie había hablado de ella. Simplemente era una casa vieja y abandonada, como muchas otras del Capac Yupanqui. Hasta que Tum hizo una escena, una gran escena, y todo cambió.
Eso ocurrió una noche, cuando volvíamos de jugar en casa de unos vecinos, al otro lado del parque. Tum, que era un redomado picón, estaba muy enfadado porque yo le había ganado en básquet uno contra uno. Dijo que yo había hecho trampa, lo cual era imposible. Dijo que él me había dejado ganar porque era buena gente, lo cual era más imposible aún. Yo ni siquiera me tomé la molestia de responderle. Me daba igual. Y así, con él diciendo disparates y yo ignorándolo, anduvimos quinientos metros a traves del parque. Súbitamente, a pocos metros de casa, cuando pasábamos al lado de la enorme casa abandonada, Tum dijo:
-¿Has escuchado?
- < BEGINNING
- END >
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