


Una mañana discutían acaloradamente un zorro y un cóndor sobre sus fuerzas y aptitudes respectivas para desafiar la inclemencia de las punas.

¿Hablas de resistencia cuando te veo acurrucado y hecho un ovillo los días lluviosos, encerrado en la cueva, tú y tu prole, royendo huesos y pereciendo de hambre?

¿Y vos, cófrade, a quien ni se ve, escondido en su escondrijo empollando como una gallina clueca, cree ser más capaz que yo?


Para mí, con tender un ala y cubrirme con la otra me basta, en tanto que tú...
¿Yo? En mi cola llevo abrigo y protección.
No pudiendo convencerse con razonamientos, como sucede casi siempre que se disputa, acordaron apelar a los hechos.

Pues bien, vamos a quedarnos toda una noche al raso, soportando la intemperie, con una condición: el que se retira pierde la apuesta y será pasto del que permanezca en pie

¡Aceptado! Pero tempestuosa ha de ser
Llegada la estación de las tormentas, cierto día en que nubes grises se amontonaban como torbellinos de humo, fuese volando el cóndor en busca del zorro. Comenzó, luego, una furiosa tempestad: los relámpagos difundían destellos iluminando el firmamento, y los rayos, uno tras otro, describiendo tortuosos zigzags rasgaban las nubes y estallaban con fragor sobre las cumbres, cuando el cóndor, al resplandor de un relámpago, descubre a su contrincante, erizados los pelos y desprendiendo chispas, aprestándose a huir, pero detiénese a la llamada y, quieras que no quieras, hubo de aparejarse para dar cumplimiento a lo pactado. Llovía a cántaros, rotas las nubes se precipitaban como cataratas desprendidas de lo alto y torrentes de agua inundaban el campo, cuando ellos fieles al convenio disponíanse a pasar la noche de claro en claro, anhelosos que asomase la aurora.




De pie el cóndor sobre un montículo, sin muchos preámbulos, extiende el desnudo cuello y levantando el ala, introduce su encorvado pico dentro de él. A su vez, el zorro aparragado en el humedecido suelo, oculto el hocico entre las patas, arrebujábase como podía, guareciéndose bajo su copioso rabo.

Mientras el impasible buitre desafiaba la lluvia que chorreaba y resbalaba por su reluciente y apretada plumazón; al desventurado zorro empapábale el ya estropeado pelaje, infiltrándose sin reparo aun por sus puntiagudas y rígidas orejas. Remojado su encallecido pellejo, que ha tiempo el frío le tenía como carne de gallina, sin rehuir, herido en su amor propio, manteníase firme en la lid. Prorrumpía de vez en cuando en lastimeros aullidos:
- Full access to our public library
- Save favorite books
- Interact with authors



Una mañana discutían acaloradamente un zorro y un cóndor sobre sus fuerzas y aptitudes respectivas para desafiar la inclemencia de las punas.

¿Hablas de resistencia cuando te veo acurrucado y hecho un ovillo los días lluviosos, encerrado en la cueva, tú y tu prole, royendo huesos y pereciendo de hambre?

¿Y vos, cófrade, a quien ni se ve, escondido en su escondrijo empollando como una gallina clueca, cree ser más capaz que yo?


Para mí, con tender un ala y cubrirme con la otra me basta, en tanto que tú...
¿Yo? En mi cola llevo abrigo y protección.
No pudiendo convencerse con razonamientos, como sucede casi siempre que se disputa, acordaron apelar a los hechos.
- < BEGINNING
- END >
-
DOWNLOAD
-
LIKE
-
COMMENT()
-
SHARE
-
SAVE
-
BUY THIS BOOK
(from $2.99+) -
BUY THIS BOOK
(from $2.99+) - DOWNLOAD
- LIKE
- COMMENT ()
- SHARE
- SAVE
- Report
-
BUY
-
LIKE
-
COMMENT()
-
SHARE
- Excessive Violence
- Harassment
- Offensive Pictures
- Spelling & Grammar Errors
- Unfinished
- Other Problem
COMMENTS
Click 'X' to report any negative comments. Thanks!