“Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de los cielos es de quienes son como ellos.”
— Mateo 19:14 (NVI)

Aventura de los Hermanos Pamplona A-E-I: El Bosque de la Luz
En un rincón del mundo, rodeado de montañas y árboles altos, vivían tres hermanos muy especiales: Alai, Eva e Isak. Les encantaba correr entre los árboles, trepar rocas y hacer coronas de flores. Pero lo que más amaban era jugar con sus tres mejores amigos: Mia, la perrita curiosa y valiente; Canela, la gatita dormilona y dulce; y Rayo, el mapache travieso pero noble.
Capítulo 1: La Luz en el Bosque
Una mañana soleada, los hermanos Alai, Eva e Isak salieron a jugar al bosque, como siempre. Mia, la perrita juguetona, corría dando vueltas; Canela, la gatita curiosa, caminaba a su lado; y Rayo, el mapache travieso, saltaba de rama en rama.
Mientras exploraban entre los árboles, Eva señaló algo extraño:
—¡Miren! ¡Una luz dorada entre los árboles!
La luz no era como la del sol. Era suave, cálida, y parecía moverse como si los invitara a seguirla.
—Vamos con cuidado —dijo Alai, tomando la mano de Isak.
Juntos siguieron la luz hasta que llegaron a un pequeño claro donde había un tronco antiguo… y sobre él, un libro que brillaba como el oro.
Alai lo abrió con cuidado. De pronto, una voz amorosa llenó el bosque:
—“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Juan 14:6).
Los niños se miraron sorprendidos. Sabían que esa voz solo podía ser de Jesús.

Capítulo 2: El Rey del Bosque
Mientras los hermanos miraban el libro brillante, una suave brisa acarició sus rostros. Las hojas de los árboles comenzaron a moverse en círculos, y una luz aún más brillante descendió del cielo.
De entre la luz apareció una figura resplandeciente. Tenía una túnica blanca y una corona dorada… era el Rey Jesús.
—¡Es Jesús! —dijo Eva con alegría, apretando la patita de Mia.
Jesús se acercó con una sonrisa tan grande que todo el bosque pareció brillar.
—Mis pequeños —dijo con voz dulce—, me alegra ver que siguen la luz. Ustedes han sido elegidos para una misión especial: llevar mi amor a donde vayan. Canela
se acurrucó cerca de Isak, mientras Rayo daba vueltas emocionado.
—¿Cómo haremos eso? —preguntó Alai.
Jesús se agachó a su altura y dijo:
—Con pequeños actos de bondad, perdón y fe. Cuando compartes tu merienda, ayudas a un amigo o hablas conmigo en oración… ¡estás mostrando mi amor al mundo!
Luego, Jesús puso su mano sobre el libro y este se transformó en un mapa brillante.
—Este mapa los llevará a nuevas aventuras. Pero recuerden: nunca están solos. Yo siempre estaré con ustedes.

Capítulo 3: El Puente Invisible
Con el mapa en mano, los hermanos Alai, Eva e Isak emprendieron su primera aventura. El mapa mostraba un lugar llamado “El Puente Invisible”, donde solo quienes confían en Jesús podían cruzar.
—¿Invisible? ¿Cómo vamos a cruzar algo que no se ve? —preguntó Isak, rascándose la cabeza.
—¡Con fe! —respondió Alai, recordando las palabras de Jesús.
Guiados por el mapa, caminaron por el bosque hasta llegar a un enorme río que rugía con fuerza. No había puente a la vista, solo una brisa suave… y el susurro de una voz:
—“Caminen por fe, no por vista” (2 Corintios 5:7).
—¡Escucharon eso! —dijo Eva emocionada— ¡Es Jesús!
Entonces, Mia dio el primer paso, y para sorpresa de todos, sus patitas se apoyaron en algo firme… ¡aunque no se veía nada!
—¡Funciona! —gritó Rayo, dando vueltas en el aire.
Uno por uno, los niños caminaron sobre el aire, confiando plenamente. Aunque no podían ver el puente, sentían que cada paso era sostenido por algo fuerte y verdadero.
Al llegar al otro lado, todos celebraron. Canela ronroneó, y Mia ladró de alegría.
—Jesús nos ayudó otra vez —dijo Alai—. ¡Caminar por fe es como caminar sobre puentes invisibles!

Capítulo 4: La Montaña del Perdón
Después de cruzar el río, el mapa mágico brilló nuevamente y marcó su siguiente destino: La Montaña del Perdón.
—Parece muy alta… —dijo Isak, mirando hacia la cima cubierta de nubes.
—Pero Jesús dijo que el perdón puede mover montañas —le recordó Eva con una sonrisa.
Mientras subían, comenzaron a discutir sin querer. Isak tropezó con Canela, Eva tomó una flor que Alai quería, y hasta Rayo gruñó porque Mia le quitó una mora.
—¡No me hables! —gritó Isak.
—¡No era tu flor! —respondió Alai.
De pronto, el camino se volvió resbaloso y difícil. La montaña parecía negarse a dejarlos pasar. Entonces, el mapa emitió una suave luz y una frase apareció:
“Perdónense unos a otros, como Dios los perdonó” (Efesios 4:32).
Todos se quedaron en silencio. Eva fue la primera en hablar:
—Perdón, Alai. No debí tomar la flor sin preguntar.
—Y yo siento haber gritado —dijo Isak, abrazando a Canela.
—Yo también los perdono —respondió Alai.
En ese momento, el camino se iluminó, y la montaña dejó de temblar. Los pasos se hicieron firmes otra vez, y un arcoíris cruzó el cielo.
—¡El perdón es un puente al amor! —dijo Mia, dando un saltito feliz.
Y así, con corazones más ligeros, los hermanos y sus amiguitos llegaron a la cima.

Capítulo 5: El Jardín de la Gratitud
Después de la aventura en la montaña, el mapa los guió hacia un lugar cubierto de flores, aromas dulces y música suave. Habían llegado al Jardín de la Gratitud.
—¡Qué hermoso! —exclamó Eva, mientras corría entre girasoles y mariposas.
—¡Miren esas flores brillantes! —dijo Alai, tocando una flor que parecía hecha de luz.
—¿Por qué se llama jardín de la gratitud? —preguntó Isak, curioso.
Una voz suave les respondió:
“Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para vosotros en Cristo Jesús” (1 Tesalonicenses 5:18).
Entonces, pequeñas flores comenzaron a brotar justo donde los niños caminaban, pero solo cuando decían algo por lo que estaban agradecidos.
—Gracias, Jesús, por mi familia —dijo Alai. ¡Y brotó una flor morada brillante!
—Gracias por Canela, que duerme conmigo todas las noches —dijo Eva, y creció una flor azul con estrellitas.
—¡Gracias por los abrazos! —gritó Isak, y una flor roja en forma de corazón apareció.
Incluso Mia, Rayo y Canela ladraron, ronronearon y chillaron con alegría, dejando su propio caminito de flores.
Los niños rieron, bailaron y cantaron. El jardín entero se llenó de luz. Cuanto más agradecían, más hermoso se volvía todo.
Al atardecer, el mapa brilló otra vez… señalando el siguiente destino. Pero antes de irse, se abrazaron y dijeron al mismo tiempo:
—Gracias, Jesús.

Capítulo 6: El Puente de la Fe
El mapa mágico los llevó ahora a un gran río que rugía como un león. Las piedras eran resbalosas y no había un puente… o eso parecía.
—¿Cómo vamos a cruzar? —preguntó Eva, tomando la mano de Isak.
Alai sostuvo el mapa, que brillaba más fuerte cuando se acercaban a la orilla. De pronto, una luz dorada apareció sobre el agua, formando un camino invisible.
—¡Miren! ¡Un puente de luz! —exclamó Alai—. Pero no se ve completo…
En ese momento, se escuchó una voz en su corazón:
“Porque por fe andamos, no por vista.” (2 Corintios 5:7)
—¡Tenemos que confiar! —dijo Eva con una sonrisa.
Uno a uno, comenzaron a caminar. Con cada paso que daban con fe, una parte nueva del puente aparecía delante de ellos.
Mia ladró con valentía, Rayo se adelantó dando saltitos y Canela ronroneó cerca de Eva. Aunque al principio tuvieron miedo, su confianza en Jesús los ayudó a avanzar.

Al llegar al otro lado del río, el sol brilló más fuerte que nunca, como diciendo:
“¡Bien hecho!”
Se abrazaron y alabaron a Dios por guiarlos.
Capítulo 7: La Montaña del Perdón
Después de cruzar el río, el sendero los llevó a una montaña alta y empinada. En la cima, una nube gris cubría todo.
—Parece que hay tormenta… —dijo Isak, abrazando a Mia.
Alai miró el mapa. Había un dibujo de una roca rota y, junto a ella, una cruz.
—Aquí aprenderemos sobre el perdón —dijo Alai—. Jesús nos perdonó, y nosotros también debemos perdonar.
Mientras subían, Eva e Isak comenzaron a discutir por quién debía cargar a Rayo. La nube se oscureció más.
—¡No es justo! ¡Siempre tengo que hacerlo yo! —gritó Isak.
Eva frunció el ceño, pero Alai los detuvo y dijo:
—Recuerden lo que Jesús nos enseñó:
“Soportaos unos a otros, y perdonaos unos a otros… así como el Señor os perdonó.” (Colosenses 3:13)
Eva miró a Isak, y con un suspiro dijo:
—Perdóname por enojarme.
—Y tú también perdóname —respondió Isak.
En ese instante, ¡la nube gris desapareció! El sol brilló sobre la cima y una cruz dorada apareció entre las piedras.
Todos se abrazaron. Canela dio vueltas de alegría, Rayo saltó feliz, y Mia ladró como si dijera “¡Amén!”

Capítulo 8: El Jardín de la Gratitud
Después de bajar la montaña, los hermanos llegaron a un valle lleno de flores de todos los colores. Pájaros cantaban, mariposas revoloteaban, y el aire olía a miel y jazmín. Era el Jardín de la Gratitud.
—¡Qué hermoso lugar! —dijo Eva mientras giraba entre las flores.
En el centro del jardín había un árbol enorme con hojas doradas. Un cartel decía:
“Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para vosotros.”
(1 Tesalonicenses 5:18)
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“Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de los cielos es de quienes son como ellos.”
— Mateo 19:14 (NVI)

Aventura de los Hermanos Pamplona A-E-I: El Bosque de la Luz
En un rincón del mundo, rodeado de montañas y árboles altos, vivían tres hermanos muy especiales: Alai, Eva e Isak. Les encantaba correr entre los árboles, trepar rocas y hacer coronas de flores. Pero lo que más amaban era jugar con sus tres mejores amigos: Mia, la perrita curiosa y valiente; Canela, la gatita dormilona y dulce; y Rayo, el mapache travieso pero noble.
Capítulo 1: La Luz en el Bosque
Una mañana soleada, los hermanos Alai, Eva e Isak salieron a jugar al bosque, como siempre. Mia, la perrita juguetona, corría dando vueltas; Canela, la gatita curiosa, caminaba a su lado; y Rayo, el mapache travieso, saltaba de rama en rama.
Mientras exploraban entre los árboles, Eva señaló algo extraño:
—¡Miren! ¡Una luz dorada entre los árboles!
La luz no era como la del sol. Era suave, cálida, y parecía moverse como si los invitara a seguirla.
—Vamos con cuidado —dijo Alai, tomando la mano de Isak.
Juntos siguieron la luz hasta que llegaron a un pequeño claro donde había un tronco antiguo… y sobre él, un libro que brillaba como el oro.
Alai lo abrió con cuidado. De pronto, una voz amorosa llenó el bosque:
—“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Juan 14:6).
Los niños se miraron sorprendidos. Sabían que esa voz solo podía ser de Jesús.
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