En una hermosa granja en Las LLanadas había

muchos animales y diversos árboles frutales. La familia

Lóriga vivía allí desde hacía mucho tiempo y en

aquellos momentos nació Pirulí.

Pirulí era una ternerita muy pequeñita y amarillita,

por eso su dueña Lidia la escogió como su querida

mascota. Todos los días Lidia llevaba a Pirulí

a su cuarto a jugar, fue ahí donde la pequeña

Pirulí descubrió el espejo y no le gustó lo que vio

en él, álguien más estaba allí para sustituirla

pensó la amarilla ternerita al ver su figura.

A partir de ese dia comenzó un combate sin cesar entre Pirulí y la

intrusa que la quería destronar, por eso aunque Lidia su dueña no la

trajera al cuarto, Pirulí buscaba el modo de entrar por una puerta que

daba al cuarto desde el patio.

Pero el tiempo pasó y Pirulí creció y creció y ya no era más aquella

ternerita chiquitica, ya era toda una vaca que seguía con la obsesión

de entrar al cuarto de Lidia y pelear con el espejo.

Por eso Lidia al ver lo peligroso de la situación y temiendo Pirulí saliera

dañada al romperse el espejo decidió clausurar la puerta del cuarto

que daba al patio por donde a Pirulí le gustaba entrar.